Monday, January 23, 2012

Crónica de una toalla anunciada

"El hombre que puede decir ufanamente yo cumplo, es el único autorizado para decir sin sonrojarse yo exijo. Cuando llegue ese día, entonces comprenderemos sin timidez ni intransigencia que los hombres de gobierno no son nuestros amos sino nuestros servidores."

    Antonio S. Pedreira, de su libro Insularismo: Ensayos de interpretación puertorriqueña




Creo poder decir, sin temor a equivocarme, que no soy el único puertorriqueño que sintió unas ganas incontrolables de salir corriendo hacia aquella guarida de ladrones que ostenta el nombre oficial de El Capitolio, dar golpes en las puertas y gritar a los cuatro vientos la rabia que sentí cuando el representante José Luis Rivera Guerra salió prácticamente exonerado de las acusaciones en su contra que evaluaba la Comisión de Ética de la Cámara de Representantes. Resulta que sólo le aplicarán una suspensión de dietas durante 10 días por entenderse que fue "negligente" (qué lindo suena eso) en sus gestiones para conseguir el permiso de uso para su casa en Aguadilla. Ah, y una reprimenda pública que creo que en inglés llamarían un slap on the wrist. Qué bien.

Supongo que sonará un poco fuerte a algunos referirme al Capitolio como una guarida de ladrones, precisamente el término que dice uno de los evangelios que utilizó Cristo cuando sacó a los que cambiaban monedas y a los vendedores de palomas del templo. Pero hay que comenzar a llamar las cosas por su nombre. Si usted recibe algo, en este caso unos servicios, sin pagar lo que corresponde, eso lo convierte a usted en un ladrón. Y todos los que justifican su conducta, la encubren o contribuyen con su poder a suavizar la penalidad que le corresponde son cómplices. Es así de sencillo. No era necesario esperar dos semanas para llegar a esa conclusión y por lo menos, expulsar a este individuo del partido al que pertenece y de la legislatura. Es lo menos que se debió haber hecho.

Claro, esto no me debe sorprender. En los últimos tres años hemos tenido en nuestra legislatura a personas que usan drogas, agreden a mujeres, violan la constitución, fueron convictos por corrupción y hasta un bailarín exótico aficionado que comete indiscreciones en posiciones "arangotadas" (y esta fue de las cosas menos malas que hizo este ejemplo en particular). Y por supuesto están los mentirosos y charlatanes de siempre que en nada les interesa servir a la gente que depositó en ellos su confianza. Así que no, no me sorprende.

Pero no deja de provocarme la ira.

A mí me llaman acreedores todos los días --y esto no es una exageración-- para preguntar cuándo voy a pagarles lo que les debo porque siempre estoy atrasado en los pagos. Tengo un grado universitario y un trabajo a tiempo completo que no es mucho lo que paga, pero afortunadamente, me da un plan médico. Hasta hace poco era la única persona de mi familia inmediata con un empleo y cargaba casi solo con el peso de pagar las cuentas de mi casa. Así que no soy ninguno de esos vagos que la gente por ahí anda diciendo que somos los puertorriqueños. Pero a mí no me tratan con los guantes de seda con que trataron a Rivera Guerra y si tratara de hacer algo como lo que él hizo, de seguro me meterían preso, o al menos me cobrarían una multa altísima para mí, además de obligarme a pagar lo que sea que deba. Es por eso que ver a la AEE y a la AAA cambiar tan drásticamente de posición es reminiscente de la novela 1984 de George Orwell, en donde la verdad era lo que sea que decretase Big Brother, aunque justo el día anterior fuese todo lo contrario. De repente, encontramos que esas agencias dicen que el todavía Honorable no cometió delito alguno, sin importar que cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que si Juan del Pueblo hace algo así, le aplican cuanta multa y penalidad se les ocurra. No puede faltar, por supuesto, una presidenta de la Cámara diciendo que la manera en que se ventiló el caso en los medios fue una injusticia contra el representante (bendito). Ahora se quiere hacer ver como que esto todo fue una fabricación sensacionalista de los medios y que se sacó todo de proporción.

Dice el Código de Ética de la Cámara que si un legislador comete un delito grave o un delito menos grave que implique depravación moral, se debe expulsar de la Cámara. Si el patrón delictivo que mostró Rivera Guerra no es muestra de depravación moral y el no pagar el CRIM no es delito grave por ser evasión contributiva, pues usted está leyendo mandarín ahora mismo. Y eso me trae a otro punto. ¿Dónde está la policía moral del país, aquella que es tan rápida para condenar a la comunidad homosexual? ¿No es este un buen momento para velar por los valores del pueblo que ellos tanto dicen defender? (Estos también guardaron silencio en el caso de Arango.) Y hablando de valores, ¿ahora no cuentan? ¿O es que cuentan para unos sí y otros no? Si soy legislador y PNP, ¿me aplican otros valores entonces? No entiendo. La verdad es que todo esto sería risible si no fuera tan doloroso.

Tengo que llegar a la conclusión que en efecto sí hay una crisis de valores, como se anda repitiendo por ahí como el papagayo. Pero no es por la conducta sexual ni por el reguetón ni nada por el estilo. Es precisamente por personas como José Luis Rivera Guerra, que se creen que pueden salirse con la suya y desgraciadamente, lo logran hacer porque se les permite. Es por ese pensar de que de alguna manera mi caso es excepcional, de que no se me debe aplicar las mismas reglas que a todo el mundo, que no pasará nada, que medio mundo lo hace. Es por esto que nuestro país está en crisis desde mucho antes de los despidos, la criminalidad y la economía mala. Esa misma forma de pensar la tuvo el que sea que haya disparado aquella noche en que Karla Michelle perdió la vida. Exactamente la misma.