Saturday, April 7, 2012

Esperanza

Hace unos días vi algo que pensé que tardaría mucho que se viera en Puerto Rico. Ayudó para afirmar un poco mi fe en que todavía es posible una manera distinta de vivir en Puerto Rico.

Viajaba en la guagua pública hacia la estación de tren de Sagrado Corazón. Los pasajeros iban como sardinas enlatadas; a penas cabían más. Por suerte, cuando cogí la guagua habían asientos disponibles, así que pude sentarme durante el viaje.

Tenía una buena vista tanto del paisaje de afuera como de la gente que se montaba a la guagua. Al frente divisé a dos muchachos, tendrían como algunos 15 o 16 años, posiblemente menos, que viajaban de pie. Al parecer, habían acabado de salir de la escuela porque eran alrededor de las 2:30 y ya se comenzaban a ver muchos estudiantes viajando por transportación pública. Cuando de momento los miro durante una de las paradas de la guagua, veo que luego de que una señora acabara de montarse, el más alto de los dos hala por la mochila hacia él al otro muchacho para que no lo empujen mientras la señora trataba de abrirse paso en la guagua. El gesto tenía un no se qué que me pareció muy tierno como para que se diera entre personas que meramente fueran amigos, así que pensé que los muchachos hacían una pareja. Me llamó la atención esto y me dediqué a observarlos disimuladamente. Me dio curiosidad de ver cuán libremente estas personas jóvenes expresaban sus sentimientos en público, tan cómodos parecían.

Al bajarse de la guagua todos los pasajeros en la estación de tren, vi que iban agarrados de la mano, pero solamente los dedos, de manera que el que mirara de momento no pensara que la intención era un contacto de naturaleza romántica. Después de algunos pasos el más alto le puso el brazo encima de los hombros del más bajito y éste le puso su brazo alrededor de la cintura del otro. Aparentemente iban acompañados de dos o tres compañeros de clase adicionales, o por lo menos eran compañeros de la misma escuela que aparentemente los conocían. No escuché nunca ninguna burla de parte de ellos. Si la hicieron o no, no lo sé. Solamente digo que no la escuché, pero me pareció que no había intención de hacerla.

Luego en el tren, los dos se sentaron juntos en el último asiento del vagón, sospecho que con la intención de agarrarse mejor de manos. Pensé: Qué extraordinario ver a dos personas tan jóvenes del mismo sexo expresar sus sentimientos tan naturalmente en un lugar que muchas veces es hostil hacia esa manifestación del amor. Siempre he estado a favor del amor en todas sus manifestaciones. Sentí unas ganas fuertes de ir y hablar con ellos para darles las gracias y felicitarlos por ser tan valientes, pero preferí dejarlos quietos. Me bajé del tren en mi estación y me quedé un momento observando al tren irse a su próxima parada, dejando que el ruido del tren escondiera de otras personas el sonido de mi voz cuando dije en voz alta lo que probablemente ha sido una de las oraciones más sinceras y fervientes que he hecho en buen tiempo: Que Dios los cuide.*



*Yo me identifico como agnóstico, cosa que le extrañará y sorprenderá a algunos. No me considero miembro de ninguna religión y me inclino a pensar que las ideas que la mayoría de la gente tiene sobre Dios y lo sagrado están profunda y trágicamente equivocadas. Acerca de esto escribiré en otra ocasión, cuando tenga ideas un poco mejor definidas para un artículo. Esto será un poco difícil de hacer, porque como buen agnóstico, no he llegado a conclusiones y vivo en un permanente "yo no sé".

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